España, Francia, Holanda, Italia… ¿Qué podrían tener en común estos países, además de poseer una gran tradición histórica?
La respuesta es clara. El queso.
España con su queso manchego, el queso de tetilla, el idiazabal, el mahón o el cabrales.
Francia con su tan famoso brie, el camembert o el roquefort.
Holanda con sus quesos ideales para ensaladas o sandwiches como el edam, el gouda o el maasland.
O Italia y sus quesos que acompañan a sus tan famosas pastas como el parmigiano regiano, la burrata o el gorgonzola.
Ya sea de vaca, de oveja manchega, de cabra, a todos los amantes del queso nos gusta disfrutarlo en todas sus versiones.
Pero ¿alguna vez te has preguntado cómo se originó el queso?
Nadie sabe la fecha exacta, aunque se cree que data de más de 6000 años y que fue elaborado de forma accidental por un comerciante árabe, cuando salió a trabajar un día de mucho calor y llevaba una bolsa de leche de cabra para hidratarse durante la jornada. Hacia el final del día fue a dar un trago de leche y se dio cuenta de que por el calor y el trote del caballo, se había separado en dos, quedando una parte sólida y otra líquida.
Aunque no podamos saber a ciencia cierta el origen del este manjar de dioses, los más queseros siempre estaremos agradecidos a esta bonita casualidad.